CRÓNICAS LITERARIAS: «Por qué volvías cada verano»

Por Catalina H. Brondo

La violación es lo propio del hombre;

ni la guerra, ni la caza,

ni el deseo crudo, ni la violencia o la barbarie,

la violación es lo único que las mujeres

-hasta ahora- no se han reapropiado.

(La teoría de King Kong de Virginie Despentes, 2018, Random House, Página 59).

Malena está sentada sobre una plástica silla blanca mientras espera que traigan café. La rodean los olores de los pinos, las araucarias y los arbustos de una lavanda apagada a principios de marzo. Las rosas florecen a un costado y las margaritas se marchitan. Los gorriones se bañan de forma casi infantil con los aspersores. Van y vienen entre revoloteos, se salpican entre ellas. Malena deja de mirar los cambios que señalan la llegada del otoño y clava sus ojos, más cristalinos que el cielo ese día, en los mios. Comienza a hablar sobre su trabajo como asistente social “por allá, en la época de El Proceso”. Hace un gesto, como si estuviese haciendo fuerza para recordar, y luego de un suspiro inicia lo que sería una larga conversación. Cuenta que un hombre invitaba a salir a mujeres por el centro de Capital Federal. Las muchachas debían cumplir determinadas características como tener el cabello largo, morocho. Cuando estaban solos las hacía desnudarse y calzarse zapatos. “Unos stiletto rojos”. Malena explica que cuando ella entró en ese área de trabajo el análisis del perfil de los violadores, abusadores y pedófilos fue desplazado para estudiar la psiquis de la víctima. Malena me agarró para contarme por segunda vez esta anécdota, pero agregó detalles nuevos como el entrenamiento que la hicieron realizar los militares para portar armas de fuego. Guillermina salió de la cabaña y agarró dos sillas blancas y plásticas que estaban apiladas junto a la entrada mientras sonreía y revoleaba los ojos. Elisa llegó unos minutos después a la pequeña reunión y apoyó sobre la mesa una bandeja con una jarra de café, cuatro tazas y cucharitas para endulzar a gusto. Malena ignoró los movimientos de las recién llegadas y continuó su charla señalando cómo retrata a las víctimas Belén López Peiró en Por qué volvías cada verano (2018).

El libro lo llevé a las vacaciones con la intención de que todas podamos compartir la lectura. Las personas que me hacían compañía en ese viaje tienen una gran cultura de libros de autoras argentinas como Mariana Enriquez, Camila Sosa Villada y Gabriela Cabezón Cámara (quien hace la contratapa de Por qué volvías cada verano, la primera novela de López Peiró). Pero más allá de la cantidad de libros que leí en estos dos últimos años gracias a ellas, a López Peiró llegué por recomendación de Ulises Muschetti, profesor de política internacional y taller de investigación en la escuela donde estudié periodismo. Tardé meses en conseguir un ejemplar en físico.

Esta novela tiene de protagonista a su autora, quien relata cómo su tío abusó de ella reiteradas veces cuando era adolescente. Está escrita en segunda persona y comparte las voces de familiares, amigos, parejas, jueces, abogados y abogadas, médicos y psicólogos. El libro cuenta con el archivo judicial como se podría encontrar en el expediente del caso. El mismo ayuda al lector a construir la narrativa porque nos abre la posibilidad de leer la denuncia, testimonios de los personajes y los exámenes psicológicos y psiquiátricos. La causa ocurre en Santa Lucía, Provincia de Buenos Aires. La información personal que contiene el libro sobre López Peiró dice que “a los 22 años decidió no volver más al pueblo”, y que “es Licenciada en comunicación (…) y forma parte del colectivo Ni una menos”.

Malena continúa con el monólogo y su mirada sigue clavada sobre la mía. Elisa se cruza para servir las cuatro tazas con café e interrumpe señalando que le resulta interesante cómo en el final del libro aparecen las preguntas que le hacen a la víctima una vez que ya declaró. De alguna manera las últimas siete preguntas nos llevan de la mano a mirar obligados el reflejo de cómo funciona el poder judicial en nuestro país; cómo la víctima es la que debe poner el cuerpo y hacer “lo que sea necesario para llevar adelante un caso de justicia”, dice Elisa para remontar la charla de club de lectura que se había gestado entre nosotras y termina de llenar la última taza de café que se la quedaría ella. Guillermina todavía no había leído el libro. Pero recuerdo que lo había mirado con ganas porque luego de la novela de 600 páginas que estaba leyendo, éste le vendría bien para descansar. Al igual que todas, estaba esperando leer la segunda parte de esta novela de López Peiró: Donde no hago pie (2021).

Días después de esa charla, salí al parque a la mañana. Guillermina acostada sobre una manta al sol, leyendo la novela que había pasado por todas. Le pregunto cómo viene, y me mira casi lagrimeando. El libro nos tocó las mismas fibras sensibles. Veníamos acumulando: unos días antes de volar a Quila Quina sucedió la violación en grupo “a plena luz del día”, en Palermo. Uno de los implicados era amigo mío cuando tenía 14 años. Cómo no íbamos a pensar en que nos violenta nuestra familia, nuestros amigos y nuestro entorno. Leer a López Peiró fue la gota que rebalsó el vaso de una sensibilidad que nos une a las víctimas. Algo que mencionó Elisa sobre la escritura durante nuestra pequeña reunión, es la segunda persona del libro y que su uso nos involucra activamente en la trama. Hechos que nos acercan a las víctimas principales -porque hemos pasado algo similar, porque conocemos a alguien que le ha pasado o porque somos feminidades en una sociedad que le enseña a las chicas a no ser violadas y a los chicos a no cuidar-, son los que toman relevancia y los que tocan la misma fibra que López Peiró.

En 2018 el Colectivo de Actrices Argentinas acompañó a Thelma Fardín a denunciar al actor Juan Darthés por violencia sexual cuando ella tenía 16 años y él 45 en la gira del show Patito Feo en Nicaragua (2009). El lema con el que presentaron  la denuncia fue “Mirá cómo nos ponemos”. Este hecho abrió las puertas a otras actrices como Gianella Neyra y Romina Gaetani a denunciar a Darthés. Esto mismo se reflejó en distintos espacios sociales. En San Miguel, ciudad donde Guillermina y yo crecimos, hubo una avalancha de escraches y denuncias a chicos entre los 15 y 30 años ese mismo año. Muchos de esos varones los conocíamos. Exes de amigas, algún chico con el que habíamos hablado, algún amigo lejano. Recuerdo el perfil de Instagram que recopilaba todas las denuncias de X varón cis género, con nombre y apellido.

De hecho, el libro de López Peiró (según la periodista Luciana Peker) sirvió como camino para que Fardín se anime a denunciar a Juan Darthés.

Belen Lopez Peiró, Thelma Fardin y Actrices Argentinas en la presentación del libro «Por qué volvías cada verano» en la 45° Feria del Libro

Por qué volvías cada verano plasma el reflejo de una gran problemática social: la falta de herramientas para acompañar a una persona que han abusado. López Peiró pone sobre la mesa que hay distintos tipos de abuso, que para la justicia argentina, uno vale más que otro. Son específicos. Para poder denunciar hay que constatar tiempo, lugar, hora y la mayor cantidad de detalles posibles que sustenten la veracidad de lo denunciado:

 “Vení sentate. Contame un poco. ¿Cómo empezó? Tu vieja me dijo que a los trece, pero conviene que digamos a los once. Así es la ley, viste, hay que exagerar un poco, total los efectos son los mismos, ¿no? ¿Qué cambia un año más o un año menos? Te violó igual. Ah, no. Cierto que no te había violado. Entonces, ¿Por qué estás acá? ¿Cómo era tu nombre? Ah, cierto. Fue casi una violación. Faltaron cinco para el peso. Qué cagada. Hubiese sido mejor, así estamos jodidos. Los jueces son contundentes con las violadas, más si son chicas. Pero por unos dedos o una tocada dudo que le den más que una probation. Pero bueno, algo vamos a conseguir” (Por qué volvías cada verano de Belén López Peiró, 2019, Madre Selva, Página 21).

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