Temas que me interesan #3: Las verdaderas Mulder y Scully

‘The truth is out there…’ (la verdad está allí afuera)

Hola Humanxs,¿Cómo estás?  Me imagino que estarás muy feliz por el triunfo de Argentina, ¡Vamos la Scaloneta!

Hoy te traigo un tema que roza las teorías conspirativas y el turismo. Sí, por más que suene así de loco, es verdad. Si no sabés a dónde irte de vacaciones este verano o estás buscando un lugar fuera de lo común para hacerte una escapada un fin de semana, te recomiendo ir a Victoria, Entre Ríos, dónde se encuentra el primer museo del OVNI de la Argentina. Su fundadora pasó de ser llamada “la loca de los OVNIs” a ser directora del CEFORA

 En la calle San Miguel al 801, entre Rondeau y María Oberti de Basualdo en Victoria, Entre Ríos se alza una casa pintada de color azul cielo y con un cartel poco convencional que dice: “Museo OVNI”. El mismo está administrado por sus fundadoras, madre e hija, Silvia y Andrea Pérez Simondini. Ellas son las primeras investigadoras de OVNIs que emplean el trabajo de campo y el método científico y mundialmente reconocidas por ser las creadoras de la Comisión de Estudio del Fenómeno OVNI República Argentina (CEFORA).

 El hecho que daría surgimiento a estas instituciones ocurrió el 18 de agosto de 1968 en Caleta Olivia, provincia de Santa Cruz, el día que Silvia y su marido, Jorge, junto a otros habitantes de Caleta Olivia presenciaron el avistaje de seis objetos voladores no identificados. 

 El esposo de Silvia era ingeniero petrolero y debido a su empleo debían mudarse de aquí para allá. Para ese entonces hacía seis años que Silvia y su familia vivían entre el viento, el frío y  las calles de ripeo que obligaban a Silvia a quedarse en la casa cuidando de sus dos hijos pequeños, Andrea de dos años y Marcelo de un año. El viento levantaba las piedras y estas podían pegarle en la cara a los niños. 

 Ese 18 de agosto que marcó la vida de Silvia para siempre, su hijo Marcelo cumplía un año de edad y mientras ella lo bañaba comenzó a escuchar unos gritos que provenían de la calle, pero como ella no era de esas personas que salen a ver qué pasa cada vez que escucha un grito se quedó en su labor mientras pensaba las distintas posibilidades de su origen. Pensó que podía ser un incendio o un accidente…

Los gritos comenzaron a intensificarse con más fuerza y de repente Jorge entra al baño enloquecido como jamás lo había visto ella. 

-¡Silvia tenés que salir a ver esto!

-No puedo, estoy bañando al bebé.

-¡Ponelo en la cuna y vení!

 Ante la insistencia de su marido, Silvia envolvió a su hijo en una toalla, lo puso  en la cuna y salió a la calle. 

Silvia  no podía creer lo que veía ante sus ojos. En ese momento sintió que se le salía el corazón y volvía a su cuerpo de lo fuerte que le latía. 

El objeto era parecido a una moneda. Estaba a unos 400 metros de altura sobre la casa de Silvia y por lo que podía verse desde abajo, era de unos 50 metros de diámetro aproximadamente, plomizo de un color  gris más bien opaco, chato y liso.

Eran las seis menos diez de la tarde cuando de repente se escuchó un fuerte estruendo que provenía del objeto. Del mismo salieron cinco platillos idénticos al principal pero pequeños. Los seis objetos se colocaron en forma de “V” en el cielo. Los pequeños detrás de la madre salieron en dirección para cruzar avenida Independencia y rumbo a Comodoro Rivadavia. 

 Esa tarde fría de agosto marcó un antes y un después en la vida de Silvia quien era, hasta ese momento, una simple ama de casa a la que los corredores de libros le traían suplementos de cocina y manualidades para entretenerse  en la monotonía de la Patagonia, pero al otro día del hecho,  pidió que le trajeran todo el material que hablara de la temática OVNI, sin importar año o autor. 

 Por un año no se paró de hablar del tema en todo Caleta Olivia, pero no hubo ninguna respuesta por parte del gobierno. Para entonces, Silvia ya tenía una biblioteca armada con un montón de libros al respecto ya que deseaba saber qué pensaban todos los investigadores y pseudo-investigadores sobre los OVNIs. Por el contrario, Jorge quedó con mucho temor del tema y no quería ni mencionarlo. 

 En 1970 la familia Perez Simondini se mudó a Buenos Aires luego de haber estado 8 años en la Patagonia. En la capital, Silvia comenzó a ir a congresos y a codearse con expertos argentinos sobre el tema: Fabio Serpa, Antonio Las Heras y Luis Burgos. Pero nadie había experimentado un avistaje como el de ella. 

 En Buenos Aires, se erradicaron en Villa del Parque, entre avenida Nazca y Tinogasta y al poco tiempo nació Cristian el tercer hijo de la pareja. Silvia se abocó plenamente a su labor de madre y esposa pero jamás dejó de acudir a charlas y congresos. Su mayor sueño era algún día poder formar su propio equipo de investigación OVNI. Lo que no sabía cuando comenzó a soñar es que su primera integrante sería su hija, Andrea. 

Cuando Andrea estaba en cuarto grado vivió su primer avistaje. Silvia, como buena madre, jamás quiso inculcar su pasión por los OVNIs a sus hijos y sumado al miedo que tenía su marido, Jorge, al respecto, no era un tema que se charlara en la casa. 

Una tarde, frente al Club Comunicaciones dónde vivía la familia Perez Simondini, Andrea junto a una compañera de la escuela, a plena luz del día, ven un objeto con forma de trencito volador que hace como un viboreo y se pierde detrás del Club  Comunicaciones. Fue tal el impacto que generó en Andrea que sin decirle a nadie fue directo a investigar a la biblioteca de su madre. 

 A los pocos días cuando Silvia quiso buscar un dato entre una de sus colecciones de revistas más antiguas, Cíclope, se encontró con que estaban todas recortadas. Enseguida sospechó de su hija.

-Andreíta, ¿vos por casualidad tocaste esta revista? 

Ella,muy suelta de cuerpo le contesta.

-¡Ay sí mamá! Con Gabriela Manchaterra estamos haciendo un álbum de todo lo que ocurre con los OVNIs en el mundo y como vos tenés tantas cosas…

Desde ese entonces comenzaron a hablar del tema, se quedaban a ver el cielo juntas durante la noche, a investigar, a ir juntas a congresos, a ver a Fabio Serpa. 

Las experiencias y encuentros con OVNIs fueron en aumento con el correr del tiempo. Una noche, en el Club Comunicaciones dónde Andrea jugaba al basket, el partido tuvo que suspenderse por un corte de luz generado por objetos suspendidos encima del club que salieron disparados. Silvia y Andrea fueron las únicas que vieron los objetos, tal vez por su costumbre de siempre ver al cielo, pero nadie más se enteró de la presencia de los objetos. 

Pasaron los años y ambas se fueron instruyendo cada vez más en el tema hasta que en julio de 1991 recibieron la noticia de un sitio de aterrizaje no contaminado que presentaba la oportunidad perfecta para comenzar con el trabajo de campo. Fue así que viajaron a Victoria, Entre Ríos.

 La misma noche en la que arribaron a Victoria vieron presenciaron actividad OVNI. El objeto se despegó desde el horizonte hacia arriba del camping dónde estaban acampando, se quedó suspendido y empezó a moverse hacia la ciudad. Andrea corrió hacia el puerto y empezó a hacerle señales con una linterna y el objeto cambió de dirección. Voló hacia la posición de  Andrea y cuando estuvo de vuelta arriba del camping se pudo ver con mayor claridad. Era una especie de triángulo que desprendía una luz hacia adelante, se puso en vertical, bajó la intensidad de las luces hasta que se apagaron y desapareció. 

 Esa experiencia llevó a Silvia a tomar una de las decisiones más difíciles de su vida: Dejar a su familia y asentarse en Victoria. Por fortuna sus hijos ya eran grandes y tenían sus vidas pero nada era lo mismo sin ella en la casa. 

 Jorge fue quién peor tomó la noticia y no le facilitó para nada la cuestión económica. Silvia se acostumbró a vivir en una carpa y a alimentarse de lo que pescaba con tal de continuar con su investigación. Los victorienses la apodaron “la loca de los OVNIs”, pero ella no le hacía caso a las habladurías. Se las rebuscó para hacer dinero vendiendo ropa hasta que logró que se vendiera su casa de Buenos Aires y pudo comprarse la casa en Victoria. 

Allí, con la ayuda de su hija, Andrea, fundaron Visión OVNI el primer equipo de investigación con alcance nacional y, hoy en día, internacional, gracias a la fundación paralela de la Comisión de Estudio del Fenómeno OVNI República Argentina (CEFORA) que se encarga de hacer los pedidos al gobierno para la desclasificación información de avistajes. Dan capacitaciones a quienes deseen colaborar y trabajan codo a codo con científicos.  Su trabajo de campo se basa en la recolección de evidencia física, fotos y metamateriales. 

 En un principio toda la evidencia la guardaban en el garage de la casa de Silvia pero un día, al volver de un viaje se encontraron que habían entrado a robar a la casa. Se llevaron todo menos la evidencia. 

 Andrea vivió ese hecho como una señal y comenzó a exponer un poco más los objetos. Con el tiempo debido a la cantidad de visitas que tenían por día decidieron colocar un cartel en la puerta con un horario de atención. Fue así que su primera visita fue el periodista Martín Jauri, quien en su artículo bautizó la casa de las Perez Simondini como “El museo del OVNI”. 

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