Por: Ariel Portilla
Yo tenía seis años más o menos cuando escuché decir a mi abuelo aquella famosa frase por primera vez.
Se había comprado un televisor que para ese entonces era súper moderno y la cuestión que el viejo no sabía ni como prenderlo, tocaba por todos lados buscando una solución, pero la tele seguía apagada.
Rápidamente perdió la paciencia y comenzó a pegarle cachetadas a la pantalla como si en vez de querer prenderla estuviese tratando de despertarla.
Lo miré seriamente con el cable en la mano y le dije:
-Creo que primero hay que enchufarla, abuelo.
No me respondió nada, agarró el control remoto y comenzó a protestar.
– ¿Brigiiiit?, ¿colouuur?, ¿qué es esto?
¿Cómo puede ser que esté todo en inglés si yo la compré acá en Argentina? Yo lo único que quiero es poder ver el partido.
¡Marta, vení para acá que hay un yanqui dentro de la tele!
-Vení vos que estoy en el baño- respondió mi abuela.
Cuando regresó, me encontró con el control en la mano, la tele en castellano y el partido a punto de arrancar.
Fue ahí en ese preciso momento que por fin lo dijo:
-La gente del futuro me da miedo.
A partir de ese día comenzó a repetirla cada vez que veía algo que no entendía. Ya sea una moda, una comida o algún hit musical veraniego.
Muchos años después fui a cuidarlo a la clínica donde se encontraba internado y había que ayudarlo a hacer prácticamente todo. Lo acompañé al baño para que hiciera pis y cuando se miró al espejo después de un tiempo largo sin hacerlo, susurró entre lágrimas:
-La gente del pasado me da más miedo que la gente del futuro.