Por: Camila Mailén Zorzoli
Estoy aquí, mordí el anzuelo.
Ensordece y reina el silencio,
Anidándose el desconsuelo.
O quizás reflejo del miedo,
Mudo querdará lo que no me atrevo.
Anclados están los esfuerzos,
No florecerán rimas ni versos,
Se marchitan los anhelos,
La espina pende de un hilo,
Cala hondo y obra fino.
Entumecida está mi lengua,
Se percibe olvidada,
No se presta a una tregua,
Se ha rendido y está cansada,
Solo emana ecos y susurros,
De un tiempo que no es hoy
Porque amanece tardía,
la penumbra de la noche
es su única compañía.
Este sitio oscuridad enciende,
No se conectan los sentidos,
Mi voz ya pronto se pierde,
Ya no quedan motivos,
Para esta batalla perdida.
Le hablo a la nada, allí…
Donde mueren las palabras.
Ahora que me he despojado
de toda condición humana,
Al renunciar con tanta facilidad a mi decir,
De modo que la comprensión del mundo
Está ligada a la suerte, al caprichoso azar.
Le suplico a quien me lea,
Que recomponga los pedazos,
Y me quite de este sitio hostil,
donde el frío es mortal,
La comunicación nos librará
del invierno que se avecina.
Escucharnos: eso nos hizo especiales.