C.P.C. Presenta: La casa de Don Gregorio

Por: Cecilia Alegre

La casa de Don Gregorio estaba al final de la calle Saavedra, era antigua y su fachada, pintada de blanco, había tomado un color gris producto del paso del tiempo. Todos en el barrio recordaban el mal humor de Don Gregorio, sus quejas eran recordadas por todos los vecinos. Nadie olvidaba cuando llegaba año nuevo y todos evitaban pasar por la puerta de la casa de Don Gregorio, nadie quería desearle un feliz año como era la costumbre en el barrio, nadie, porque cuando alguien tenía el valor para cruzar por su vereda y tocar timbre, Gregorio llamaba a la bestia, como era conocido por el barrio. Un perro negro enorme que mostraba sus enorme colmillos blancos cada vez que alguien se acercaba. El demonio negro, el guardián de los colmillos, la bestia. Todos me advirtieron de la casa y su guardián, pero se tenía que vaciar para ponerla a la venta. Don Gregorio había dejado la casa y la vida hacía un mes. Pero nadie lo sabía, solo sus hijos y yo, que tengo que tasar la casa y todo lo que esta tenga en su interior. María, la hija de Gregorio me entregó un gran juego de llaves y me dio un papel con colores, junto a un mapa de la casa. Cada llave estaba marcada con un color, el papel explicaba cuál era la puerta para abrir según su color.

Abrí la gran puerta de madera y un sonido de rechinido aturdió mis oídos. Dentro de la casa solo había silencio, una sensación fría recorrió todo mi cuerpo, en el aire se podía sentir una colonia con anís, junto a un fuerte olor a humedad. La perilla de la luz estaba a cinco pasos de la puerta junto a un gancho de llaves. Un gran pasillo se extendía, iluminado por luces de de color amarillo. Recorrí el pasillo, la primera puerta llevaba a un comedor con un gran hogar a gas, a la izquierda había un televisor de 14 pulgadas, junto a un sillón de cuero marrón gastado, a la derecha había una gran mesa de vidrio con seis sillas de madera. Parecía que nadie había comido en esa mesa en mucho tiempo. La segunda puerta era la cocina, allí había cosas muy antiguas, me llamó la atención una cocina a leña color verde. Al final del pasillo había una escalera y una puerta más, que según el mapa era el sótano.

Subí las escaleras, cada escalón crujía a cada paso que daba. Había tres habitaciones, dos estaban vacías, sólo quedaba la habitación de la llave violeta. La habitación principal tenía una cama matrimonial, con dos mesas de luz y un gran armario de madera vacío. En una de las mesas de luz había un cuaderno de cuero, no pude resistir la curiosidad de leerlo. Sus páginas amarillas contenían unas hermosas letras cursivas escritas con tinta negra. Mis ojos se posaron curiosos en una carta que decía:

Querido amor de mi vida:
Jamás pensé que este día llegaría, compartimos tantos momentos juntos y construimos una hermosa historia.

A tu lado estoy completa. Quiero que sepas que fui y seré la mujer mas feliz del planeta. Amo tus hermosos ojos azules que siempre me cautivan y me hacen sentir que estoy en el cielo volando. Hemos enfrentado muchas batallas que siempre resistimos, contra viento y marea.

Amor, al parecer esta es la última batalla que vamos a enfrentar juntos, no quiero que sufras por mi. Voy a estar bien y como siempre voy a esperarte
hasta volverte a encontrar en la otra vida. No quiero que estés solo en esta enorme casa. Quiero que viajes y recorras los mares y que construyas nuevos recuerdos con nuestros hijos y nietos. Quiero que los veas crecer y les cuentes nuestras aventuras y como me conquistaste después de tanto
insistir.

Quiero que les cuente, que su abuela está esperando a orillas del lago mirando el amanecer y que cada vez que miren salir el sol su abu estará a su lado.

Amor mío, no pierdas la oportunidad de ser feliz. Tenemos un gran tesoro, no te aferres a mis recuerdos y lo pierdas.

Vive. Te amo.
Soña

Las lágrimas brotaron de mis ojos, no podía comprender qué le había ocurrido a ese hombre para terminar olvidando estas palabras. Seguramente
los recuerdos y la pena lo transformaron en una persona cerrada. Una fotografía antigua de una pareja estaba en ese cuaderno, ambos sonrientes, felices, llenos de vida. Dejé el cuaderno y bajé a la última puerta. El sótano era muy amplio, la humedad era muy fuerte, había una pequeña escalera, al bajarla me encontré con una cama destendida, una mesa de luz con un velador, al costado de la cama había dos cosas que llamaron mi atención: la primera era un pequeño colchón con unas mantas y la segunda, 3 baúles. El llavero tenía cuatro llaves sin marcas. Fui probando cada una de las llaves en cada uno de los baúles hasta que el primero se abrió.

El primer baúl rojo contenía fotos de dos pequeños que asumí que eran María y su hermano, además había muñecas, soldaditos y un montón de juguetes.

El segundo era de color verde tenia mucha ropa de mujer y un gran vestido blanco de novia cubierto por plástico. El vestido era hermoso, tenía pequeños cristales que al moverlos tomaban un color celeste. Algo muy bonito.

El ultimo era de color negro. Cuando lo abrí supe que era de Gregorio. Tenia mucha ropa, una maquina de rasurar y un cuaderno tapado por una tela roja.

Lo abrí, parte de mi quería saber ¿quién era Gregorio?¿por qué fue así?

Esta es la primera página de este intento de diario. Siempre te vi escribiendo Soña así que supongo que estoy intentando buscarte entre los cuadernos blancos. Aunque no lo entiendo aun.

Página 2

Pasaron tres meses sin tocar este cuaderno, no entiendo que tengo que escribir. Estoy solo en esta gran casa, los chicos me visitan cada tanto. Solo tienen reproches para darme cada vez que intento comentar algo sobre la educación de mis nietos. Estoy triste. Amor, te extraño.

Página 10
Solo escribo que te extraño. Matías, nuestro nieto, me regaló un perro, tiene tres años y me dijo: «para que no estés triste bubu». Era un bebé cuando te fuiste y viste, ahora habla. Soña, aún no guardo tu ropa, supongo que espero que solo sea una gran mentira que ya no estás y que quiero que entres y me cuentes con tu dulce voz que volviste del hospital y que conseguiste una nueva amiga en la sala de esperas.

Página 40
No me entienden Soña, los chicos no me entienden. Guardaron todas tus cosas en un baúl. Me dicen que tu ya no estas y que no quieren que esté solo. Me quieren enviar con un grupo de ancianos para que no esté solo. Dicen que voy a estar cuidado, que es lo mejor. Qué saben ellos que es lo mejor para mi.

Última página
Soy un cobarde, jamás pude dejarte, Soña. Estoy aferrado a tu recuerdo, amor . Fueron cinco años de soledad intentando conservar lo poco que me queda de tí. Espero que pronto estemos juntos y que no estés enojada por no haber hecho parte de tu carta. Te amo y te voy a buscar en esta vida y en la otra.
Gregorio

Cerré la casa antigua comprendiendo que Gregorio solo era una persona atormentada por los recuerdos, que esperaba partir a la otra vida para poder encontrar a la mujer que lo hacía sentir completo y que tanta felicidad le había dejado.

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