C.P.C. Presenta: Una vez, una especie, la humanidad

Por: Pablo Sebastian Budz #kcaosart

Una vez hubo una especie en este planeta que se hacía llamar «humanidad». Los humanos eran seres complejos y curiosos, dotados de la capacidad de crear y destruir, de amar y odiar, de aprender y olvidar. A lo largo de su historia, la humanidad ha alcanzado grandes logros, desde la invención de la rueda hasta la exploración del espacio exterior. Sin embargo, también ha cometido terribles atrocidades, desde guerras hasta genocidios, que han dejado cicatrices indelebles en su camino.

Pero a pesar de todas las diferencias que existen entre ellos, los humanos siempre han compartido una cualidad fundamental: la empatía. 

A lo largo de los siglos, los humanos han demostrado una capacidad asombrosa para ponerse en el lugar de los demás y sentir su dolor. Esta capacidad es la que ha permitido a la humanidad sobrevivir a través de las épocas más oscuras y superar las adversidades más insuperables.

Un día, un grupo de humanos decidió poner a prueba esta cualidad. Querían saber si los humanos podían ser tan empáticos como creían, sí podían sentir el dolor de otros seres y actuar en consecuencia. Para ello, crearon un experimento: encerraron a un grupo de personas en una habitación, y en otra habitación contigua, pusieron a un animal, un perro.

El animal estaba siendo torturado, y los humanos podían oír sus gritos de dolor a través de una cámara de sonido. Al principio, algunos de los humanos trataron de ignorar el ruido, pero pronto se hizo demasiado insoportable. Uno a uno, los humanos comenzaron a sentir el dolor del animal, y se dieron cuenta de que no podían seguir ignorándolo. Al final, decidieron actuar: rompieron la puerta de la habitación donde estaba el perro y lo liberaron de su tormento.

Este experimento demostró algo que los humanos ya sabían: que su capacidad de empatía es una fuerza poderosa y fundamental. Los humanos pueden ser egoístas, violentos y crueles, pero siempre hay un hilo de empatía que los une, que los hace capaces de ver más allá de sus propios intereses y actuar por el bien común.

Quizás esta es la verdadera esencia de la humanidad: no la capacidad de crear o destruir, sino la capacidad de sentir el dolor de los demás y actuar en consecuencia. Tal vez, si los humanos pudieran recordar esto más a menudo, podrían evitar muchos de los problemas que los aquejan en la actualidad. Tal vez podrían encontrar una manera de vivir en armonía con la naturaleza y entre sí mismos. Tal vez podrían alcanzar su verdadero potencial como especie y dejar un mundo mejor para las generaciones venideras.

Solo el tiempo lo dirá, pero lo que sí es seguro es que la humanidad siempre tendrá esa chispa de empatía en su interior, esa llama que los guiará en momentos de oscuridad y les permitirá encontrar su camino de regreso a la luz, y al planeta que volvieron inhabitable décadas atrás.

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