“Mientras me apuntaban con un fusil, veía cómo me arrebataban a mi viejo»

Por Eliana Alvarez

Una noche de septiembre del ´77 marcó mi vida para siempre. En aquella primavera gris yo tenía 7 años, vivía con mis viejos y dos hermanos en un barrio de Quilmes Oeste. En casa no se escuchaba la radio y no teníamos televisión, o al menos yo no le prestaba atención a esas cosas. A mí lo único que me importaba, hasta entonces, era jugar con mis autitos de colores.

Recuerdo ese día como si fuese ayer. Eran las cuatro de la tarde cuando golpearon la puerta, eran mis amigos que me llamaban para ir a jugar a la pelota. Nosotros solíamos juntarnos todos los días en una canchita de fútbol muy humilde a pocas cuadras de casa. Y ahí empezó todo…

Mientras yo atajaba un penal, empecé a escuchar gritos y disparos, tuve mucho miedo. Con los chicos nos quedamos perplejos, no podíamos creer lo que estábamos viviendo. Eran los militares. Cuando giré la cabeza, lo vi a mi viejo corriendo hacía mí, no le daban los pies para hacerlo más rápido, agitado y con los ojos bien abiertos. Él me agarró fuerte de la mano y logramos escapar. Cuando entramos a casa creímos estar a salvo, pero a las pocas horas ingresaron muchos milicos violentamente. Yo quedé sentado en la punta de mi cama, y mientras me apuntaban con un fusil, veía cómo me arrebataban a mi viejo.

Esa noche fue la última vez que lo vi y ni siquiera pude despedirme. Pensaba que era normal que pasaran estas cosas. Sin embargo, pasaron los años y yo tenía las esperanzas y la ilusión intacta de que Pepe volviera a entrar por esa puerta. Así fui creciendo con la sensación de que mi papá aún vivía, pero que tenía miedo de volver, y yo lo entendía. ¡Fue tan grande el susto que vivimos!

Hoy, después de 43 años, en casa no se habla del tema. Nos criamos en el silencio. Cada uno de nosotros vivió ese momento encerrado en sí mismo. Mamá solo nos decía que los milicos se habían equivocado de persona. La gente no nos preguntaba nada, ni mi familia se acercaba a contenernos después de lo que pasó. Evidentemente eso generaba el terrorismo de Estado: miedo.

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