―Hola, me regalaron este libro para mi cumpleaños y quería cambiarlo ―Entró a la librería con una bolsita del local en la mano.
―Necesito el ticket.
―Sí, acá ―Se lo dio al vendedor y este se quedó mirando el papelito con el ceño fruncido.
―La compra fue hace más de tres meses pibe, no te puedo hacer el cambio.
Mis ojos se movieron al sector de literatura argentina que estaba puesto sin orden alguno. En realidad, estaban todas las estanterías revueltas y el suelo lleno de libros apilados.
Tenía mil quinientos pesos en la tarjeta y volvía de terapia. En ese momento, me quedaba a casi dos horas de viaje. Doblé unas cuadras antes de llegar al departamento donde estuve parando con mi novio durante el otoño y encontré el local. Me llamó la atención la falta de ostentosidad. La mayoría de las vidrieras de Palermo tienen diseños minimalistas, eligen mostrar libros feministas o ediciones con un arte gráfico súper particular. Pero esta no.
―Uh, es que me colgué, ¿qué puedo hacer?
―No sé, pero no lo podés devolver.
Mientras sucedía esa conversación, estaba pensando si me llevaba un libro ya leído (pero que quisiera agregar a mi biblioteca), o alguno nuevo. El chico no se enojó. Salió tranquilo del local.
El hombre que atendía se ofreció a decirme los precios de los ejemplares que tenía debajo del brazo. Los alcancé hasta el mostrador y me tropecé con dos títulos de Mariana Enriquez: Los peligros de fumar en la cama y Bajar es lo peor. Como el primero ya lo tenía, di vuelta el segundo para leer la contratapa y esta tenía escrito:
“Mariana Enriquez publicó Bajar es lo peor, su primera novela, cuando tenía apenas veintiún años. Pocos textos muestran tan crudamente la Buenos Aires de la década del ‘90 y, aunque parezca extraño, lo hace con resonancias de novela gótica.
El encierro y la paranoia de la cocaina en una ciudad por momentos vampiresca, el sexo como via de escape o modo de sobrevivir, el descreimiento politico y los discursos desesperados, todo eso se mezcla con un amor romantico que nunca alcanza la satisfaccion en un mundo lleno de carencias.
(..) En el centro, la belleza absoluta, idealizada e inalcanzable de Facundo, que se prostituye, que le tiene miedo a dormir por sus pesadillas(…)”.
Lo compré.
―Gracias, en tres meses vuelvo a pedir el cambio ―le digo al vendedor.
Bajar es lo peor, es la primera novela de Mariana Enriquez y fue publicada en 1995. Formó parte de una colección de Espasa-Calpe (Editorial Planeta), dirigida por Jorge Lanata cuando formaba parte del diario Página12, y aún era interesante. Enriquez trabajó como periodista en ese medio luego de la publicación, de hecho, es subeditora del suplemento cultural Radar.

En 2002 se estrenó la película basada en la novela que empecé a leer en abril de este año. Fue presentada en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI) y la dirigió Leyla Grünberg.
Pueden encontrar un fragmento de la película "Bajar es lo peor" acá.
La edición que compré de Bajar es lo peor, es de Galerna, del año 2013.
En julio viajé a México y me crucé con Bajar es lo peor en una tienda de libros. Este era de la editorial Anagrama (España). En la portada está la foto de Facundo, el protagonista. Un poco me sacudió la caracterización física de él que había construído, pero si lo hubiese leído con esa foto impuesta en mi proyección ante la lectura, estoy segura que encajaría.
Aunque mi visión de Facundo era moderna y actual, la foto de la portada de ese libro era de un chico en plan 2000. No recuerdo haber leído en el libro algo que caracterice al protagonista con el pelo largo, morocho y dividido hacia el costado. No hay un diálogo que obligue a Facundo a acomodarse el mechón de pelo largo que le cae sobre las mejillas como para confirmar que él es así. Enriquez no nos presenta a sus personajes con todos sus rasgos como para que podamos crearlos a su parecer. Es algo que creo que ocurre con Bajar es lo peor. Y eso Enriquez lo ve:
“Una (fan) llegó a venir al lugar donde todavía trabajo, el diario Pagina12, a exigirme que le marcara donde quedaban las casas de los protagonistas, cuál era el lugar exacto del departamento donde quedaban las casas de los protagonistas, cuál era el lugar exacto del departamento donde Narval se despertaba frente al Riachuelo, dónde quedaba la casa en la que había crecido Facundo. Le dije que ninguna casa existía, que había casas que me habían inspirado, si, pero en La Plata. La chica se ofuscó. No me creyó (…)”, Mariana Enriquez, (2013). Bajar es lo peor. Buenos Aires. Galerna.
La piba quería buscar a los protagonistas. A veces, nosotrxs lxs lectorxs, nos preguntamos, ¿esto es realmente ficción?
No creo que tenga algo para decir sobre la historia que cuenta Enriquez en su libro. Me gustó mucho leer algo que me rememorara a tener diez años viendo a Edward y Bella en Amanecer (parte uno), de la saga Crepúsculo, rompiendo la cama mientras cojen. Facundo tiene un frio romance con Narval cuando termina con su novia Carolina y hay mucha tensión suspendida, ¿Quién no se lee 256 paginas de erotismo homosexual a sus 20 años en una sentada?
El sábado 24 de septiembre, Enriquez realizó una clase magistral en donde habló sobre su proceso creativo para la plataforma Alternativa y participé. Le vi la cara a Mariana y estuve dos horas escuchando cómo respondía las preguntas de lxs otrxs participantes. “La voz propia”, fue la premisa con la que Enriquez se presentó en el evento; la idea era hablar de su proceso creativo, pero entendiendo los obstáculos que cada uno como individuo se va a encontrar a la hora de escribir. Habló de cómo escribir terror desde un lugar empirista, de cómo un fantasma puede no ser un monstruo, sino algo que no nos deja solxs. Un recuerdo o un trauma.
Hablando de fantasmas personales, acá les dejo un acceso directo a los cuatro cuentos, a modo diario, que escribió Enriquez dentro del sitio web del Centro Cultural Kirchner durante marzo y abril del 2020 bajo el título: “El miedo en todas partes”.
Me da terror caracterizar a Mariana y adjetivar sus textos expresando algo como: “La prosa de la autora nos alumbra el paso de la juventud, de encontrarse en el camino de vivir en un ambiente hostil y dañino para unx. Donde la lujuria se mezcla con el erotismo del tacto piel con piel y nos vuelve salvajes ante el acto de cuidarnos”. Analizar las historias que elige narrar y darles un resultado no es mi objetivo en esta nota. Sino contarles cómo a través de Enriquez me permito seguir creciendo y entender, o aceptar, el paso del tiempo mientras ocurre. Es una de las pocas personas con más de 45 años (que yo conozca), que es cool. Eso me muestra un reflejo de algo mejor que una adultez negligente como las que suelen aparecer en el mundo del arte.
Bajar es lo peor tiene los fantasmas que, amigas de 20 años, tenemos en nuestra nueva lejanía con el secundario y el novedoso caos sin supervisión propia. Enriquez utiliza como recursos las alucinaciones, el vampirismo y las triadas. Dialoga con la droga como muchxs no la conocemos. De hecho, la mamá de mi mejor amiga me contaba que por este libro de Enriquez entendió una oración de Charly Garcia que relaciona la cocaína con el alcohol:
“Andá a la esquina a ver si llueve
Buscate un bar abierto que aún se puede
Tomate un whisky a ver si se te pasa
Pero por favor no te mueras en mi casa”,
Charly García – No Te Mueras en Mi Casa.
Particularmente, la horda de juventud que acecha a Mariana Enriquez a la salida de cada libro, aparece porque nos acerca a la fantasy de ser caóticx en un mundo donde tenemos que juntarnos y mantener el orden. En donde conocer las drogas de lleno da miedo y no queremos terminar ahí porque el papá de nuestro sobrino, el novio de nuestra hermana, la mamá de nuestra compañera de facultad… Estuvo ahí. Tenemos mucha o una vaga idea de cómo termina estar en esa. Mariana nos permite entrar y observar el ambiente. Se puede presenciar la historia de lo que escribe. Vemos las drogas, el alcohol, el sexo, dormir de día, desayunar un cigarrillo y lo queremos; pero, por otro lado, aparece Enriquez en una entrevista hablando de como las drogas matan el arte de escribir, cuenta como le pareció divertido una o dos veces escribir bajo el efecto del alcohol pero que las ideas que le surgian eran de borrachos, obvio. Nos aleja.
En El Método Rebord #43, la autora habla sobre el proceso en el que se mete al escribir: “Incluso (Stephen) King al principio era un descontrol. King escribía con cerveza, cocaína, AC/DC al palo, a las tres de la mañana. Yo también. Después llega un momento que empezas a entender -creo-, que encontrar ese momento del proceso creativo no necesita tanta parafernalia. Además, necesitas estar un poco más limpio si vas a meterte en la literatura. Es un trabajo muy arduo para estar siempre sacado. Y, lo que empieza a pasar con la edad, es que lo ves al otro día y decís: ‘Por favor, qué idea de borracho’”.

Estoy agradecida por aprender que no hace falta hacer todo lo que podemos. Sino, lo que nos es placentero, funcional, práctico, “sano”, eficiente: hay un espectro de lenguaje para describir lo que está “bueno” hacer. Yo quizás, de repente sé que puedo estar drogada un fin de semana entero con cualquier sustancia que esté al alcance de mi mano, pero che, quizás una quiere adelantar trabajo y solo juguetear con la idea de que todo en la vida pase alrededor del drama y envolverla de emociones, y ahí, es cuando agarras Bajar es lo peor y lo esnifas de un saque.