Por Agustina Ionno y Solana Mayor
”En lo que va del año ya murieron más de 80 mujeres trans, no sólo víctimas de los transfemicidios, sino también víctimas del transfemicidio social que es la exclusión”, sostuvo Mariana Cáceres, peluquera, militante y mujer trans. El 17 de octubre fue el Día Internacional por la Despatologización Trans y, si bien algunos feminismos y decisiones políticas, como la Ley de Identidad de Género y el Cupo Laboral Travesti Trans, han visibilizado la lucha que esta comunidad viene arrastrando hace años, la exclusión y la discriminación son moneda corriente en la vida de todas las personas que osan no amoldarse a la norma.
Cáceres forma parte y es una de las miembros fundadoras de la agrupación Mujeres Trans Argentina, cuya presidenta, Alba Rueda, es hoy la subsecretaria del área de diversidad del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación. “Nosotras empezamos como un grupo de diálogo a través de Facebook, hasta que decidimos juntarnos y empezar a realizar acciones concretas para ayudar a las compañeras”, relató la militante, quien además aseguró que comenzaron siendo 100 y hoy son más de 2 mil.
Mujeres Trans Argentina se ocupa de dar apoyo psicológico y económico a aquellas mujeres que estén atravesando dificultades y, en el contexto de pandemia y del aislamiento social, preventivo y obligatorio, se han dedicado a entregar bolsones de comida y elementos de higiene. En colaboración con otras organizaciones sociales y el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, se encargaron de brindar asistencia ya que la mayoría se quedó sin la posibilidad de trabajar debido a que, según afirmó Mariana, el 90% se dedica a la prostitución.
En septiembre el Gobierno decretó el Cupo Laboral Travesti Trans en el Sector Público Nacional para las personas transexuales, travestis y transgénero, lo que significó un gran punto de partida en materia de derechos laborales para estas comunidades. “Es casi imposible insertarse en el mundo del trabajo formal, teniendo en cuenta que la mayoría somos expulsadas a muy temprana edad de nuestros hogares y que nos quedamos sin la posibilidad de estudiar por no tener un tutor”, explicó Cáceres.
Si bien la falta de estudios y de formación son algunos de los obstáculos que enfrentan las mujeres trans para conseguir trabajo, el principal es la discriminación. Desde la niñez son expuestas a diferentes tipos de maltrato y exclusión en el ámbito educativo, familiar, laboral y sanitario. “El artículo 11 de la Ley de Identidad de Género obliga a todos los efectores de la salud a tratar a sus pacientes con el nombre con el que se definen, pero esto casi nunca sucede”, aseguró la militante.
Para esta comunidad, acercarse a un hospital es exponerse al maltrato, la burla y la mirada social, por lo que muchas le esquivan a la atención médica. En consecuencia, las lleva a auto medicarse y a recurrir a tratamientos con hormonas y silicona líquida que resultan un veneno para sus cuerpos. “Somos una población con casi todos nuestros derechos vulnerados, por algo nuestra expectativa de vida sigue siendo de 35 años. Las que pasamos esa edad somos sobrevivientes”, sentenció Cáceres.
A pesar de que en los últimos tiempos se han visibilizado más las problemáticas de éstas minorías, la perpetuación de la violencia por parte de la sociedad se da a través de la utilización de algunos términos como insulto, burlas que a simple vista parecen inocentes y, a veces, tan sólo con la mirada. Para Mariana, una de las cosas que debería empezar a hacer el Estado para cambiar la realidad, es avanzar de una vez por todas en la aplicación total de la Educación sexual integral (ESI) en las escuelas. “Es importante que se haga con perspectiva de género para que se naturalicen nuestras realidades y nuestros cuerpos. Hay que empezar a hablar de transexualidad”, remarcó Cáceres.
Por otro lado, una de las discusiones que ha dividido a los feminismos durante el último tiempo es la de la prostitución o trabajo sexual. Están las regulacionistas, que buscan que la prostitución sea considerada un trabajo y, por lo tanto, se regule y permita la sindicalización y el acceso a la salud; y las abolicionistas que no lo consideran un trabajo y están en contra de la reglamentación. Mariana y las integrantes de su agrupación se definen bajo el segundo término, ya que consideran que para las mujeres trans la prostitución es una sentencia y no una elección.
“Creo que aquellas que romantizan la prostitución no estuvieron quizás paradas en una esquina de Constitución trabajando por dos centavos y sufriendo violencia. Siento que las que la reivindican son aquellas que han tenido mejores posibilidades y tal vez trabajan en un departamento cuidadas, pero la prostitución no es solo eso: también es ser violentadas y abusadas”, determinó Mariana.
Aunque se mantiene firme en su posición, Cáceres considera que todas las discusiones son válidas y cree que es necesario que existan, aunque piensa que esta cuestión tardará mucho tiempo en saldarse por las diversas realidades y aristas que abarca. “El día que una mujer trans pueda decir ‘yo no quiero ser mas abogada y quiero dedicarme a la prostitución’, vamos a poder empezar a hablar de reglamentar«, concluyó.