“Algo mejor para todos”

Collage relatos 1

Por Lautaro Yanes

Gloria, 2 años. Actualmente es dueña de un boliche nocturno.

El primer recuerdo que tengo de mi mamá es nuestro reencuentro en Punta Alta. Ella había estado secuestrada con mi papá, mi tío y mi abuelo paterno en un centro clandestino de detención del gobierno militar. Todos eran militantes de los comandos populares que, según ellos, buscaban “algo mejor para todos”.  Mis padres se habían escapado en medio de una situación muy violenta donde a mi vieja le dieron un balazo en la espalda. A mi abuelo tuvieron que dejarlo en el centro clandestino porque, debido a la gravedad de los golpes y torturas que había padecido, no podía caminar. Esa fue la última vez que lo vieron con vida. Por lo que cuenta mi vieja, a mi tío lo buscaron para que se vaya con ellos pero nunca lo encontraron. A él tampoco volvieron a verlo.

Mi abuela, la madre de mi viejo, nos llevó de Córdoba a Punta Alta apenas se enteró del secuestro. Cuando nos reencontramos, salimos los cinco para Brasil. Teníamos todos los papeles truchos; mi mamá se había teñido de rubia y pasamos por separado. Se ve que a ella algo le detectaron porque no la dejaron pasar. La tuvimos que esperar hasta el día siguiente. 

Como Brasil estaba en un momento político y social muy similar al nuestro, tuvimos que seguir viaje hasta México, donde nos recibieron como exiliados. No nos costó instalarnos, excepto a mi papá: lo que le había pasado a su familia lo afectó mucho. Al poco tiempo, se fue a hacer la revolución nicaragüense contra Somoza. Me acuerdo que nos juntó para decirnos que se iba a “hacer un mundo mejor”. Esa fue la última vez que hablé con mi padre. 

La guerrilla se vivía permanentemente, el miedo también. Siempre estabamos esperando noticias de Nicaragua, pero no duraron demasiado: al poco tiempo mataron a mi papá. 

Excepto por lo de mi papá, mi vida en México fue bastante linda. La mejor época diría yo. Vivíamos en un edificio que parecía un gueto y que estaba lleno de personas en la misma situación que nosotros. Todos se repartían tareas: un padre nos iba a buscar a la escuela y otro nos llevaba. El que se encargaba de traernos de vuelta era peronista, entonces nos decía que sí queríamos facturas teníamos que cantar la marcha peronista. Mi abuela odiaba eso.

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