«El miedo formaba parte de nuestra cotidianidad»

Por Lourdes Enriquez

Sandra Toledo, 10 años. Actualmente es empleada administrativa.

Recuerdo varias cosas que me sucedieron en el año 1976, pero hay una en particular que me marcó. Ese día caminaba con mis papás y mi hermana a dos cuadras de mi casa, a la tarde/noche, y al cruzar la Avenida Santa Fe, Capital Federal, explotó una bomba exactamente donde habíamos pisado segundos antes. Ese desagradable suceso fue uno de los tantos que vivíamos habitualmente, porque el miedo formaba parte de nuestra cotidianidad. En las paredes, se veía escrita la sigla VP (Victoria Peronista) tachada con aerosol negro. También recuerdo escuchar o ver plasmada, en reiteradas oportunidades, la frase «El silencio es salud». La censura, en ese entonces, era moneda corriente: «No digas, no hables, no mires», repetían los grandes.

En casa se hablaba de política por lo bajo: «Tratemos de no referirnos a la política ni a la religión», nos rogaba mamá, quien sabía que esas cuestiones generaban discusión o disputa. Pero para mi hermana y para mí, si bien éramos muy jóvenes y no comprendíamos por completo lo que sucedía, era sumamente natural escuchar marchas militares, a tal punto que hacíamos bailar y desfilar a nuestras muñecas al compás como si todo se tratara de un juego. Una de ellas se llamaba María Estela porque, inconscientemente, ese nombre daba vueltas en mi cabeza, y tenía un osito que se llamaba Dominguito, por Perón. Yo no me daba cuenta pero esas figuras tenían mucho que ver con mi día a día, y era lógico porque mi papá escuchaba la radio desde que se despertaba hasta que se dormía, la dejaba sonando de fondo e incluso se la llevaba al baño para seguir informado mientras se afeitaba o bañaba.

Aunque recién de adulta me enteré con exactitud de ciertas cuestiones vinculadas a esta época, fueron múltiples las experiencias que tuve de joven. Yo sabía que mi tía segunda, guerrillera, se escapaba de algo. No entendía bien de qué ni por qué, ni tampoco lo analizaba demasiado en ese momento, pero se vivía un clima de persecución muy desagradable.

El recuerdo es triste y doloroso. Y respecto a la bomba que estalló cerca de mí y mis familiares, se me ocurre pensar que aún no era nuestra hora…

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