La frialdad del último adiós

Por Eliana Alvarez

“Pasó todo muy rápido, fue en abril, nos llamaron una mañana por WhatsApp del hospital Güemes para decirnos que mi viejo había muerto. No pudimos entrar a despedirlo, no nos dejaron”, recordó Mariano Fernández, hijo de una persona fallecida por Covid-19. La pandemia ha provocado una alternación en la forma de enfrentar la partida de un ser querido, aunque algunos hospitales han empezado a implementar el protocolo dispuesto por el Ministerio de Salud, otros lo consideran un riesgo muy elevado.

Foto: Diario Médico

El protocolo preventivo, impulsado por la Red de Cuidados, Derechos y Decisiones en el final de la vida, apunta a regular las medidas de seguridad para los familiares que eligen despedir al paciente. Según los lineamientos, la persona que solicite acompañar a su familiar internado deberá firmar un consentimiento en el cual dejará constancia ser mayor de edad, no presentar síntomas asociados al Covid-19, o condiciones de riesgo para esta enfermedad.

Leonel Penin, enfermero de Internación general en el Hospital Anchorena, indicó: “Nosotros seguimos un reglamento propio para pacientes terminales de Covid, que está regulado por el comité interno de ética del sanatorio, donde la persona del entorno afectivo antes de ingresar a la habitación se tiene que poner los elementos de protección personal: camisolín, botas, cofia, barbijo y arriba el casco y se pueden quedar hasta diez minutos a solas con el enfermo para despedirse. Me parece enriquecedor que se puedan ir acompañados”.

Testimonio del licenciado Leonel Penin, enfermero del sanatorio Anchorena.

En la misma línea, Iris Emma Llovet, enfermera de terapia intensiva en el Sanatorio Méndez, detalló su protocolo: “Las indicaciones que se le dan a la persona que llega a despedir al paciente son que se vista con la escafandra, que se ponga los protectores oculares, guantes, que no deje al descubierto su cuello, que se coloque las botas protectoras de calzado y la mascarilla 3M, para evitar el contacto físico que si se podría dar en situaciones normales. Nosotros, en casos críticos, dejamos pasar solo a un familiar, por cinco minutos”.

Pese a la importancia emocional de la despedida en este contexto de aislamiento, muchos trabajadores de la salud e instituciones consideran que, en estos momentos, es riesgoso el contacto entre referente afectivo y enfermo crítico. “Hay mucho recelo en cuestión de las indicaciones que se le dan a los familiares para que se cuiden y se protejan. Muchas veces ellos sienten que de esta manera se discrimina al enfermo y esto obviamente no es así, sino que es una forma de seguir cuidando al que está internado y al que está sano”, explicó Llovet.

Penin también indicó la contracara del protocolo: “Siempre está el riesgo de contagiosidad, porque si el familiar toca algún elemento de la habitación que haya estado en contacto con el paciente o no se pone bien los elementos de protección personal, ya queda expuesto. De hecho, la persona que ingresa firma una declaración jurada donde se hace responsable de que si se contagia no es por haber estado en la habitación. La institución no responde por eso, porque es optativo ingresar”.

Nadia Kawinski, enfermera de Fundación Favaloro, contó los lineamientos que siguen los profesionales de la salud en dicha institución: “No estamos autorizados a dejar pasar a los familiares a despedirse del fallecido por coronavirus sin excepciones. Lo que hacemos es mostrarle una foto al allegado, que sacamos nosotros, para el reconocimiento del cuerpo”.

En este escenario pandémico, la muerte aislada, y en soledad, impone una condición de sufrimiento insospechado y agrava, para el paciente, para su familia y para la sociedad en su conjunto, las consecuencias emocionales en el proceso de despedida. “Es necesario hacer un ceremonial simbólico cuando hay una perdida. Si no hay forma de despedirse, es muy difícil hacer el duelo, uno necesita acercarse lo más que pueda a esa muerte para poder tramitarla después”, señaló Emmanuel Policchio, psicólogo clínico. Inclusive, muchos antropólogos notaron que no se está dando el trato adecuado a la muerte y alertaron sobre las posibles consecuencias.

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