Por Lautaro Brodsky
Este hecho que voy a narrar no es nuevo, ni para mí y mi familia, ni para todas las otras personas de la colectividad; hubo lagos de tinta que se escribieron sobre el tema, pero aun así es tabú en Argentina. Como en el sistema democrático, la derecha criolla, obviamente ignora esto y en el campo popular pasa como dato de color. En general es un debate que se conversa más en la comunidad judía, porque lxs afectadxs suelen ser quienes tocan la situación de fondo. La última dictadura militar llevó adelante un exterminio que afectó a todo el pueblo argentino, incluso a su comunidad judía, pero en la colectividad no solo se vivía el terror militar como argentinxs, sino también como judíxs. Lo que hacía la existencia doblemente peligrosa.
No es novedoso que en las fuerzas armadas de la república haya una gran mayoría tradicionalista católica, nacionalista y conservadora que era hostil al pueblo judío. Los hechos que padeció el colectivo durante el régimen videleano son uno de los cuatros hechos de mayor tristeza que vivió la comunidad judía en Argentina, como los pogromos de 1910 y 1919 (llevado adelante por la oligarquía argentina), los atentados a la AMIA y a la Embajada de Israel.
En Argentina se calcula que 2.000 de lxs detenidxs desaparecidxs fueron de origen judío. De acuerdo a la CONADEP representan el 23% de lxs desaparecidxs y según el libro Zikarón- Memoria: Judíos y militares bajo el terror del plan cóndor, de los 30.000 detenidxs desaparecidxs el 6,66% de lxs secuestradxs pertenecían a la colectividad. En un país en el que la comunidad judía no llegaba al 1% estas cifras demuestran el antisemitismo militar. Seguramente haya más desaparecidxs judíxs no registradxs, pero ese será un debate para otro momento.
La enviada del presidente estadounidense James “Jimmy” Carter, Patricia Derian, narró que el dictador Jorge Rafael Videla y allegados le contaban que “algunas de sus acciones estaban destinadas a evitar la amenaza de la conexión marxista-judío» . Este hecho demuestra el grado de conspiranoía antijudía de los mayores referentes del gobierno totalitario; pero más aun como alimentaban el mito tradicional del antisemitismo de que lxs judíxs estan detrás del comunismo. Esto no lo parafraseaba un soldado, sino el mayor referente de lo que fue el proceso de reorganización nacional.
El anti judaísmo militar se expresó en la clandestinidad, como todo el genocidio, contra la oposición política ocurrida en esos años. Nadie iba a desaparecer por ser judíx, no había una Shoah en marcha, pero eso no quitaba que la dictadura fuera antisemita y que llevara su odio al máximo contra lxs subversivxs. Las victimas no eran lxs judíxs en el régimen cívico- militar, sino la izquierda, pero ya ser de izquierda y encima judíx, era razón para que no se saliera con vida de los Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio. Lxs judíxs fueron el chivo expiatorio preferido de los genocidas. Son muy pocos los casos de gente que fue desaparecida por su origen judío como tal. Un claro ejemplo es el caso del periodista Jacobo Timerman, ex director del diario La Opinión, torturado al estilo nazi por Ramon Camps (ex jefe de la policía de la provincia de Bs As) quien decía que lo que lo unía a Hitler era su “lucha humanista contra la campaña comunista llevada de mentiras”.5 A su vez, en su libro Preso sin nombre, celda sin número, publicado en 1981 en EE.UU. Timerman escribió: “El interrogatorio a los enemigos era un trabajo; a los judíos, un placer o una maldición. La tortura a un prisionero judío traía siempre un momento de divertimento a las fuezas de seguridad argentinas, un cierto momento de ocio gozoso”.
El antisemitismo fue más allá de los limites pensados, ya que aun después de haber vivido una aberración tan grande como el nazismo, el modelo se replicó en los Centros Clandestinos de Detención (CCD) en Argentina.
Antisemitismo en los campos de concentración
Numerosos son los testimonios narrados por sobrevivientes judíxs y no judíxs que cuentan hechos brutales: los cuadros de Hitler y Mussolini colgados en los campos de exterminio, la iconografía nazi-fascista pegada en las paredes, las banderas con la esvástica, los discursos de Hitler que hacían oir a lxs secuestradxs. La interrogación a lxs judíxs giraba en torno a supuestas “teorías conspirativas contra la civilización occidental y cristiana o contra la Argentina por parte de los judíos”.
A su vez se encuentran los mitos inventados por Walter Beverragi Allende sobre el “Plan Andinia”: los militares creían que lxs judíxs se apoderarían de la Patagonia chilena y argentina logrando así la creación del segundo Estado de Israel. O teorías más ridículas como “los protocolos de los sabios de Sion”, en que los militares pensaban que lxs judíxs querían dominar el mundo.

Según los testimonios del libro Nunca más, entre los represores más sádicos que se ensañaban con lxs judíxs, estaba el Turco Julián. Tenía un llavero con la esvástica y obligaba a lxs secuestradxs de ascendencia judía a actuar de perros o gatos.
Para entender un poco mejor lo que pensaban los militares del proceso, Daniel Eduardo Fernández, sobreviviente de El Atlético narraba que los genocidas decían “a la subversión los financia la DAIA y el judaísmo internacional y los pozos (CCD), los banca ODESA (organización internacional de apoyo al nazismo)”.
Pero hay otros hechos para remarcar, por ejemplo la condición judía del opositor político, que era determinante para su ejecución. Según narra Graciela Geuna: “los judíos sabían que no tenían ninguna posibilidad de salir con vida del campo”; mientras que Ana María Careaga hace puntapié sobre el ensañamiento contando que los represores iban por las celdas buscando judíxs para torturar. Como si fuese una “caza del ruso” hay otros testimonios que cuentan el interés de los genocidas por tener información y dar con el paradero de judíxs izquierdistas; tenían una especial fijación con ellxs, era como si el ejecutar y torturar judíxs fuese su parte preferida. Miriam Lewin que padeció el antisemitismo en los campos de concentración de la fuerza aérea cuenta que con la información que obtenían los militares de los interrogatorios, confeccionaban archivos, nombres y direcciones de ciudadanxs de origen judío, planos de sinagogas, clubes deportivos, comercios, etc.
A lxs secuestradxs en los campos se les obligaba a gritar ¡Heil Hitler!, como también se sabe de las peores morbosidades que le hacían a lxs judíxs pero, no deseoso de extenderme más en el sadismo de dichos criminales de lesa humanidad; Alejandra Naftal, sobreviviente de el Vesubio, cuenta que después de haber sido atormentada por los uniformados, y ser torturada con un interrogatorio de neta corte nazi, gritó “¡soy judía pero Argentina!”.
El establishment comunitario y el accionar del sionismo
Eduardo Nachman, hijo del director y militante de la cultura Gregorio Nachman, relata que cuando su padre fue secuestrado por las fuerzas armadas de Mar Del Plata, al hacer la denuncia el oficial que lo atendió insultó al padre por “ser judío, artista y zurdo”. Luego, acudió a la DAIA (Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas), la institución del “judaísmo oficial” y le dijeron que nada podían hacer, porque su padre no era religioso. Lo que vivió Eduardo es una de las tantas situaciones que padecieron lxs familiares de desaparecidxs judíxs, durante el terrorismo de estado, por una institución comunitaria que no le importaba su comunidad. Hasta les reprochaban de no haberles dado educación sionista a sus parientes y que por eso lxs habían secuestrado.
El establishment comunitario jamás movió un dedo por lxs desaparecidxs que tenían que representar y mucho menos el estado de Israel, que veían en lxs judíxs que se oponían a Videla o Massera, como un estorbo y como una amenaza comunista que debía ser combatida. El estado sionista produjo armamento para las dictaduras latinoamericanas para “reprimir la subversión”, incluso la dirigencia comunitaria mantenía mítines y reuniones cordiales con generales de la dictadura. Se daban la mano con los nazis argentinos, porque veían un interés en hacerlo y no les importaba cuantos crímenes contra la oposición judía de izquierda pudieran cometer los genocidas, era preferible estar con ellos, antes que hacer algo por los que ellos consideraban “la peste de la comunidad”. No seria de extrañar que a desaparecidxs judíxs hayan sido asesinadxs con balas israelíes. Pero el trato de desprecio que tenía la dirigencia sionista con lxs familiares de desaparecidxs, era manifestado por lxs mismxs parientes de las víctimas.
El establishment sionista decía que no había antisemitismo oficial y que la vida comunitaria seguía normal, sin tomar en cuenta que el genocidio tampoco fue algo oficial de parte de los militares, sino que toda la represión fue clandestina; ningún militar iba a confesar su ideología y sus crimines delante de la población, dado que era ilegal. A tal punto fue la agachada de la dirigencia comunitaria, que el propio Jacobo Timerman acuso a la DAIA de ser un Judenrat (consejos judíos que trabajaban para los nazis, en el exterminio de su propio pueblo).
Nada podía extrañarse de una institución de quien nadie esperaba nada, lo cual hizo que con el paso del tiempo la DAIA perdiera representatividad dentro de la comunidad judía y lxs propixs militantes judíxs por las libertades democráticas crearan el movimiento judíos por los derechos humanos, que combatió la dictadura e hizo un acto en obelisco en 1983 contra el antisemitismo y por la aparición con vida de lxs 30 mil detenidxs desaparecidxs.
Antisemitismo, una característica peculiar de un régimen genocida
No debemos minimizar los crímenes de la dictadura como un hecho del pasado, todo lo que hicieron los represores lo hicieron, porque los inspiraba una ideología de odio, de creencias ultramontanas. Sostenían que la Argentina era occidental, cristiana, blanca y burguesa, no la veían como un país heterogéneo. La dictadura exterminó a toda una generación de jóvenes revolucionarixs que luchaban por la utopía socialista. Ese exterminio tenía que ser inspirado con creencias de un enemigo, no importa quien fuera ese enemigo, “quería terminar con la Argentina”. Ese odio que les fue inculcado a las fuerzas genocidas de nuestro país, venía alimentado con los panfletos de la derecha tradicionalista, aquella que acusaba a lxs judíxs de crucificar a Jesús y que no paraba de hablar de pureza racial y de la “grandeza de la civilización europea”.
Argentina fue el único país que en medio del Plan Cóndor vio un profundo recrudecimiento antisemita durante los años de terror que fueron 1976-1983. En la dictadura de Augusto Pinochet en Chile solo se conoce un caso de antisemitismo a una secuestrada, quien fue insultada por su origen judío. Este ejemplo deja en evidencia el carácter anti judío propio del gobierno autoritario argentino dado que no eran hechos aislados. Jamás el ensañamiento contra lxs judíxs podría haber sido ignorado por las altas esferas de la dictadura si no hubiera habido un acompañamiento ideológico a esas prácticas. El antisemitismo no fue el eje principal de la dictadura del ’76, su objetivo elemental era aplastar a la clase obrera. Pero sí fue un rasgo del régimen que mostraba, en sí, el carácter racista y discriminatorio de las instituciones castrenses como el de su pata civil y eclesiástica. Hoy en día, el sector de la derecha, que reivindica la dictadura, pasa por alto estos hechos porque si los conocieran, , quedarían en evidencia quienes son en verdad las figuras como Macri y Milei: simpatizantes nazis y fascistas.
Excelente la nota!!!Muy completa y con datos fidedignos!!!Felicitaciones!!